Tan imperturbable como el verbo ser en cada frase, igual de dubitativa que el lenguaje, dispuso grácilmente la pluma sobre libro y nunca más escribió una palabra.
Quieta y bella, como un narciso olvidado, prodigaba su mirada a través de la ventana. Sus ojos pardos respiraban los rumores del color y la geometría, olfateaban el perfume arenoso de las extensiones yertas mientras sus manos se entrelazaban sudorosas en la parte inferior de la espalda. Muy Enma Bovary, despistaba su atención hacia lejanías ilusorias, tejemanejes psicológicos que la desbordaban; entonces una mueca, el relajado gesto facial de quien goza, se dibujaba en su rostro blanquecino. Imaginaba, se transponía, no ya como una mujer torpe y hermosa enseñoreándose por prestigiosas calles y amplios salones marfileños, sino como una joven cuyo rostro no le era preciso porque ya era otra; una persona ágil, diligente, esforzada, que harta de descubrirse a sí misma, odiando la insistencia de la unicidad y de su nombre, ofreciera en un acto de amor su trabajo a otros individuos- perplejos éstos por las ilimitadas posibilidades que les eran inaccesibles.- Todos aquellos seres privados de la historia.
Quieta y bella, como un narciso olvidado, prodigaba su mirada a través de la ventana. Sus ojos pardos respiraban los rumores del color y la geometría, olfateaban el perfume arenoso de las extensiones yertas mientras sus manos se entrelazaban sudorosas en la parte inferior de la espalda. Muy Enma Bovary, despistaba su atención hacia lejanías ilusorias, tejemanejes psicológicos que la desbordaban; entonces una mueca, el relajado gesto facial de quien goza, se dibujaba en su rostro blanquecino. Imaginaba, se transponía, no ya como una mujer torpe y hermosa enseñoreándose por prestigiosas calles y amplios salones marfileños, sino como una joven cuyo rostro no le era preciso porque ya era otra; una persona ágil, diligente, esforzada, que harta de descubrirse a sí misma, odiando la insistencia de la unicidad y de su nombre, ofreciera en un acto de amor su trabajo a otros individuos- perplejos éstos por las ilimitadas posibilidades que les eran inaccesibles.- Todos aquellos seres privados de la historia.
Quiso escribir esto último, mas las promesas del corazón le infundían el máximo respeto. Debía olvidar cada uno de sus textos: muerta en los libros, pretendía ahora resucitar en la vida.